FERIA DE ABRIL
Fue volteado Gonzalo Caballero hasta en dos ocasiones por su primero
Gonzalo Caballero fue volteado en dos ocasiones por el novillo que abrió plaza esta tarde en Sevilla. El madrileño, que se desvaneció y fue trasladado a la enfermería, fue atendido de "conmoción leve, con policontusión en codo derecho y parrilla costal derecha", según el parte médico del Dr. Octavio Mulet Zayas, que agregaba que el torero había sido sometido a una "exploración neurológica normal. Se pone tratamiento con vendaje local más antiinflamatorio y analgésico". El pronóstico del parte era leve.
Los sustos no le impidieron continuar la lidia y, de hecho, se fue a por todas hasta la puerta de chiqueros para recibir a su segundo.
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Sevilla(España)
Parte médico de Gonzalo Caballero: "Conmoción leve, con policontusión en codo derecho y parrilla costal derecha. Exploración neurologica normal. Se pone tratamiento con vendaje local más antiinflamatorio y analgésico. Pronóstico leve, no le impide continuar la lidia". |
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Sebastián Ritter Quieto como un poste quiso permanecer ante su primero, animal de boyantía con el que tal vez abusó de la cercanía. Tuvo valor, serenidad en la cara y parsimonia para vestir la faena y decorar los tiempos muertos. Pero ni con este ni con el quinto, flojo sobrero de Juan Pedro, pudo pasar del silencio el colombiano en una tarde de corajudo arrojo sin recompensa.
Sólo el sevillano Lama de Góngora acarició el pelo en el arranque de la Feria de Abril, y el acero echó por tierra las ilusiones del novillero. Sólo él, por la ovación de Caballero y los silencios de Ritter.
Cargaba Paco con la responsabilidad de la tarde por saber ya lo que se siente al abrir la del Príncipe. Y no le pesó. Porque aplicó suavidad al trapo y valor al conjunto desde que se hincó de hinojos en la puerta de los sustos y tuvo diálogo templado en la serena intención y en la buscada naturalidad para aplicar pulso al trapo y pinturería a los remates y tiempos muertos. Pero todo se vino abajo cuando apareció la tizona para aguarle el primer acto de su presentación con caballos en la plaza de su casa.
FICHA DEL FESTEJO
Se lidiaron cuatro novillos de Juan Pedro Domecq -el quinto como sobrero- y dos de Parladé, primero y sexto. De juego desigual limitado por la falta de fuerza.
Gonzalo Caballero, ovación y silencio.
Sebastián Ritter, silencio y silencio tras aviso.
Lama de Góngora, ovación y ovación tras aviso.
Media plaza en tarde nublada.
Gonzalo Caballero fue atendido en la enfermeria de: "Conmoción leve con policontusión en codo derecho y parrilla costal derecha. Exploración neurológica normal". Pronóstico Leve, continúa la lidia".
Destacó la cuadrilla de Lama de Góngora, de la que saludaron los tres banderilleros en el sexto: Antonio Osuna y Antonio Ronquillo en banderillas y Cándido Ruiz por su brega.
Gonzalo Caballero, Una ovación agradeció su actitud ante el que abrió plaza, utrero de poco brío y escasa duración que dejó la nobleza como nota más positiva. Fue el valor la del novillero, que trasteó con el novillo con dos fuertes palizas por quedarse en el sitio y llegar a atropellar la razón en ocasiones por el afán de triunfo.
Sebastián Ritter Quieto como un poste quiso permanecer ante su primero, animal de boyantía con el que tal vez abusó de la cercanía. Tuvo valor, serenidad en la cara y parsimonia para vestir la faena y decorar los tiempos muertos. Pero ni con este ni con el quinto, flojo sobrero de Juan Pedro, pudo pasar del silencio el colombiano en una tarde de corajudo arrojo sin recompensa.
Sólo el sevillano Lama de Góngora acarició el pelo en el arranque de la Feria de Abril, y el acero echó por tierra las ilusiones del novillero. Sólo él, por la ovación de Caballero y los silencios de Ritter.
Porque también en el sexto se le atragantó el metal, después de haber puesto sobre la mesa oficio máximo y saber estar en la cara, técnicamente sobrado e inteligente para redondear y estructurar el trasteo a favor de la buena condición del serio juampedro. Pero se fue sin premios en la tarde de sus ilusiones, aunque dejase en el ambiente la agradable sensación de esperar el momento de volverlo a ver.
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